Entrevista exclusiva con Monseñor Leopoldo Girelli, Nuncio apostólico en Israel y Delegado apostólico en Jerusalén y Palestina.
Monseñor Leopoldo Girelli, después de un año en funciones en Tierra Santa, donde los problemas son numerosos, ¿qué razones objetivas tiene para esperar? ¿Qué buenas noticias le gustaría compartir?
Durante el año pasado en Tierra Santa desde mi llegada el 27 de noviembre de 2017, la situación en la región del Medio Oriente ha evolucionado de manera disparatada, presentando una cierta estabilidad en Irak, pero un conflicto que persistía en Siria y una tensión creciente entre Israel e Irán. Además, el traslado de la embajada americana a Jerusalén ha constituido un nuevo obstáculo al proceso de paz en la región y en particular en las relaciones entre Palestina y Estados Unidos.
Los enfrentamientos en la frontera entre la franja de Gaza e Israel han comenzado de nuevo, causando numerosas víctimas. Estos enfrentamientos van seguidos por períodos de tregua precaria. La Administración americana del presidente Donald Trump está reduciendo considerablemente las ayudas a los palestinos, mientras que Palestina parece cada vez más aislada de los países árabes del Golfo. En este contexto, tengo ganas de decir que las razones objetivas para esperar son muy pocas y débiles.
Al mismo tiempo, debido a esta situación de gran incertidumbre, podemos pensar que podrían ser observadas nuevas evoluciones que irán – esperémoslo – en el sentido de una situación más estable y pacífica para Tierra Santa y toda la región. La Santa Sede continúa sosteniendo la necesidad del diálogo y así retomar las negociaciones entre Israel y Palestina. El Santo Padre Francisco reiteró que «sólo una solución negociada entre israelíes y palestinos, querida firmemente y promovida por la Comunidad internacional podría conducir a una paz estable y sostenible y garantizar la coexistencia de dos Estados para dos pueblos».
Creo que los dirigentes de los dos países tendrían que adoptar un razonamiento más pragmático para llegar al resultado deseado. En definitiva, la esperanza sigue tal cual, como cuando se esperan buenas noticias.
Sin embargo, personalmente, tengo motivos para alegrarme de la manera en la que he sido recibido en la Iglesia de Tierra Santa y por el gobierno israelita y palestino como representante pontificio. Me he dado cuenta del respeto y la satisfacción en cuanto a las posiciones de la Santa Sede respecto a Jerusalén y la cuestión palestina, lo mismo que la estima y la consideración por la abnegación del Santo Padre hacia la causa de la paz en la región y en el mundo. Otro aspecto positivo es, en mi opinión, el flujo de peregrinos cristianos que, a pesar de todo, no ha disminuido durante este año y que se encuentra incluso en aumento, especialmente provenientes de Asia, lo que demuestra que los lugares santos representan un destino deseado y la peregrinación una experiencia profunda de fe, tanto para las comunidades eclesiásticas como para los creyentes individuales.
Hablando de la situación de la Iglesia católica en Tierra Santa, ¿puede hablarnos de las negociaciones que están en trámite y del estado de avance de las mismas, en particular respecto al acuerdo entre Israel y la Santa Sede?
La cristiandad mantiene sus esfuerzos para conservar su presencia en Tierra Santa, amenazada por un declive provocado por múltiples razones, de carácter político, económico y también religioso. En este contexto, la Iglesia católica ha puesto en marcha diferentes iniciativas a favor de los cristianos. La Santa Sede ha negociado acuerdos en particular con el Estado de Israel y el de Palestina que contribuyen a garantizar condiciones de estabilidad para las instituciones eclesiásticas y religiosas durante las mutaciones históricas acaecidas en Tierra Santa estos últimos setenta años. El episodio tan conocido del cierre de la Basílica del Santo Sepulcro, el pasado mes de febrero, fue una señal complementaria del carácter oportuno, para la Iglesia católica, de llegar rápidamente a un acuerdo sobre las materias económicas y fiscales entre la Santa Sede e Israel. Esta negociación bilateral ha retomado su curso en noviembre de 2016.
Una ley votada recientemente en Israel sobre el Estado-nación del pueblo judío ha provocado fuertes reacciones en particular por parte del Patriarcado latino de Jerusalén, ¿qué piensa usted como representante de la Santa Sede en ese país?
Efectivamente, la nueva ley sobre el Estado-nación ha provocado importantes reacciones y sigue haciéndolo. Como representante pontificio no tengo la intención de entrar en detalles, ya que se trata de una ley votada por la Knéset, que es el organismo del Estado elegido democráticamente, representativo del pueblo y encargado de legislar. Es más bien la voz de la Iglesia local la que tiene el derecho y el deber de pronunciarse, como también lo hizo por medio de una declaración del Patriarcado latino.
En ésta, la nueva ley está descrita como «más exclusiva que inclusiva, es más impugnadora que consensual, y sobre todo está politizada, en lugar de fundada sobre las normas fundamentales comunes y aceptables para todos los elementos que componen la población». También se afirma que «los ciudadanos cristianos de Israel tienen las mismas preocupaciones que cualquier otra comunidad no judía con respecto a esta ley. Instan a todos los ciudadanos del Estado de Israel que todavía creen en el concepto básico de la igualdad entre los ciudadanos de la misma nación, para expresar su objeción a esta ley y los peligros que de ella se derivan para el futuro de este país».
Usted se encuentra con frecuencia con católicos de Tierra Santa en Palestina e Israel, ¿cuáles son las características de estas diferentes comunidades? ¿Dónde sitúa las urgencias de apoyo hacia ellas?
Los católicos de rito latino en Israel y Palestina se organizan según dos comunidades distintas debido a sus diferentes lenguas: el hebreo y el árabe, y por su composición étnica, pero forman parte de la misma realidad eclesiástica que es el Patriarcado latino.
En Palestina todavía se encuentran numerosas parroquias. Desde hace decenios sufren una disminución de los feligreses, en particular los jóvenes que emigran buscando mejores condiciones de vida, por causa de la inseguridad que reina en esa región. Haciendo unas visitas a las parroquias, para proporcionarlos apoyo y la bendición del Papa, me di cuenta que había un sentimiento de pertenencia y el deseo de afirmar la identidad cristiana. Existen instituciones caritativas y sociales enraizadas como la Conferencia de san Vicente de Paúl y los scouts, instituciones religiosas como la Legión de María, que existe desde hace mucho tiempo. Las escuelas parroquiales realizan una importante labor educativa y constituyen una fuente de diálogo y paz dentro de la sociedad. Sin embargo, éstas tienen dificultades económicas y les cuesta mantener su identidad católica. Tienen que acoger a alumnos musulmanes, debido a la disminución de alumnos católicos. El clero se entrega por completo a la pastoral, respetado por los fieles y comparte el destino del pueblo palestino.
La Iglesia católica en Palestina recibe un apoyo económico por parte de la Iglesia universal, sin el que sería difícil perdurar y realizar actividades religiosas, educativas y sociales que son esenciales para la vida eclesiástica. Al mismo tiempo, es importante que los fieles promuevan el sentido de la responsabilidad y de la participación, para una toma de conciencia y un mayor compromiso en su contribución a la vida de la comunidad eclesiástica.
En Israel, la Iglesia católica de rito latino, además de varias parroquias de lengua árabe, está presente con una comunidad de lengua hebraica, que es más bien heterogénea y variable también, ya que forman parte de ella muchos emigrantes de orígenes diferentes. Es muy activa, lo mismo desde un punto de vista pastoral que social, y en expansión. Se puede decir que encarna una realidad muy simbólica, representando a la Iglesia de Cristo dentro de Su pueblo.
Las comunidades católicas de rito melquita, maronita, greco-católico, sirio-católico y armenio que existen en Israel y Palestina también se enfrentan al desafío de la disminución del número de fieles y del clero, así como la escasez de recursos. Éstas expresan la riqueza de la fe, la liturgia, la identidad del Oriente cristiano que debe ser protegida.
Además, formando parte de la Iglesia católica como tales, son fieles al Santo Padre y dan fe de la universalidad de la Iglesia de Cristo, no solamente geográficamente, sino también en términos temporales, haciendo referencia a los comienzos de la Iglesia que está presente en Tierra Santa de manera particular con diferentes ritos, iguales entre ellos.
¿Qué puede decir de la Orden del Santo Sepulcro, de la actualidad de su misión, su función frente a los desafíos que los habitantes de Tierra Santa tienen que afrontar?
Conozco la Orden del Santo Sepulcro desde hace mucho tiempo y, en mi misión actual en Tierra Santa, soy testigo directo de su admirable obra por ayudar la presencia cristiana en los territorios donde el Hijo de Dios hecho hombre, vivió, murió y resucitó.
Durante el año pasado me encontré en dos ocasiones con el Gobernador General de la Orden, el Embajador Leonardo Visconti di Modrone, al que he querido expresar mi reconocimiento más sincero por la ayuda generosa y el testimonio ferviente de solidaridad cristiana de los Caballeros y Damas hacia la Iglesia en Tierra Santa.
La preservación de la presencia cristiana, que es la misión de la Orden, se realiza por la promoción de la coexistencia de los pueblos, culturas y religiones; una coexistencia cuya piedra angular es la educación. El apoyo a las escuelas católicas y actividades educativas constituye una prioridad en el acompañamiento de los cristianos de Tierra Santa, que cada día se enfrentan a los desafíos para la construcción de la paz y ser testigos de su fe cristiana.
Entrevista realizada por François Vayne (Septiembre 2018)