“El último cruzado – Intimidades e intrigas de la iglesia argentina”
Autores: Pablo Morosi y Andrés Lavaselli – 2018 Grupo Editorial Planeta
El libro se presenta como un trabajo de periodismo de investigación sobre Mons. Héctor Aguer, Arzobispo emérito de la ciudad de La Plata. Se trata de una semblanza que abarca el entorno familiar desde antes del nacimiento de Mons. Aguer hasta la presentación de su renuncia por límte de edad y la Misa de despedida.
Se encuentra bien escrito, resulta dinámico para su lectura, desde la estructura hasta los títulos de cada capítulo es sugerente y está bien planteado desde su cronología; sin embargo, bajo una pretendida imparcialidad no logra ocultar que la clara finalidad consiste en denostrar las (supuestas) operaciones y el lobby tanto políticos y judiciales como eclesiales que desarrolló este personaje intrigante, oscuro y vanidoso (según la calificación de los autores) con dos propósitos: servir a su propia carrera eclesial y la defensa de la doctrina ultraconservadora o ultramontana, tal como los mismos autores la denominan.
Así, cada capítulo del libro es la recopilación de una sucesión de anécdotas que se narran como hechos definitorios o verdaderos según las fuentes consultadas pero tal pretensión desaparece porque en no pocas oportunidades la fuente prefiere quedar anónima o se presenta como una mera opinión y como tal, subjetiva. De este modo, el clima del libro es de denuncia, murmuración o vulgar chusmerío. Este tono se confirma porque para cumplir la finalidad de criticar la persona o el trabajo de Mons. Aguer, se explaya también, a veces con una extensión innecesaria, sobre otros personajes con los cuales hubiese formado una red de trabajo.
Es justo señalar, que las excepciones, están dadas por el “affaire Trusso”, un episodio que nunca contó con respuestas contundentes por parte de la Iglesia, salvo, paradójicamente, por parte del mismo Mons. Aguer que explicó claramente los motivos de su intervención y la causa por la que no podía ser más explícito; o por la omnímoda presencia del señor “Eduardo Di Marco”, que parecería haber ejercido un excesivo poder temporal muchas veces cuestionable, con la venia de Mons. Aguer.
Los autores son coherentes con el propósito que persiguen: mancillar la persona de Mons. Aguer pero todas las críticas que le formulan no son más que testimonios de la integridad con la que llevó adelante su ministerio pastoral. Ello responde a dos motivos: la crítica no está hecha por católicos practicantes, de modo que el único punto de vista es de la Iglesia bajo una perspectiva estrictamente humana (haciendo caso omiso al sobrenatural que resulta precisamente el más importante) y, en segundo lugar, desde una posición claramente marxista a la que (lógicamente) le molesta la defensa del dogma, de la tradición, de la jerarquía.
La consecuencia, es que para los autores resulta criticable que Mons. Aguer no intervenga (acusado de silencio sospechoso o de connivencia) como también que intervenga (acusado ahora de integrista o ultramontano). Definitivamente, para los autores toda intervención de la jerarquía es siempre una intervención política y como tal interesada en fines propios y, por lo tanto, espúreos. Desconocen o hacen caso omiso, de la obligación del ejercicio del munus docendi y, en particular, en el marco de la Doctrina Social de la Iglesia. En conclusión, todos los hechos y relatos reunidos con el propósito de mancillar el ministerio de Mons. Aguer, se transforman en el claro testimonio de un Obispo argentino que no sólo desempeñó su vocación con enorme profesionalidad humana sino con una enorme visión sobrenatural y fidelidad a la Iglesia. El trabajo se convirtió en un boomerang y los autores son los cazadores cazados.