La Exaltación de la Santa Cruz (en griego: Ὕψωσις τοῦ Τιμίου Σταυροῦ; en latín: Exaltatio Sanctæ Crucis). En ella se rememora y se honra la Cruz en la que fue crucificado Jesús de Nazaret. La fecha de esta celebración es el 14 de septiembre ya que ese día es el aniversario de la consagración de la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén en el año 335 de la era actual, tras haber sido descubierta la cruz por Santa Elena.
Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo; hasta que fue recuerada por el emperador Heráclito. Según manifiesta la historia, al recuperar el precioso madero, el emperador quiso cargar una cruz, como había hecho Cristo a través de la ciudad, pero tan pronto puso el madero al hombro e intentó entrar a un recinto sagrado, no pudo hacerlo y quedó paralizado.
El patriarca Zacarías que iba a su lado le indicó que todo aquel esplendor imperial iba en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo cuando iba cargando la cruz por las calles de Jerusalén. Entonces el emperador se despojó de su atuendo imperial, y con simples vestiduras, avanzó sin dificultad seguido por todo el pueblo hasta dejar la cruz en el sitio donde antes era venerada. Los fragmentos de la santa Cruz se encontraban en el cofre de plata dentro del cual se los habían llevado los persas, y cuando el patriarca y los clérigos abrieron el cofre, todos los fieles veneraron las reliquias con mucho fervor, incluso, su produjeron muchos milagros.
En la liturgia se tiene constancia de esta celebración desde el siglo IV. El color litúrgico del día es el rojo. Tradicionalmente, en esta fiesta se exponen las reliquias de la Santa Cruz, si existen en el templo.
Hasta 1970, se celebraba otra fiesta litúrgica relacionada con el tema de la Cruz de Gólgota: la invención de la Santa Cruz, que se celebraba el 3 de mayo. En esta festividad el cristiano recordaba el papel central que juega la Cruz en su vida, respondiendo al llamado de Jesucristo: «Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga». (Mateo, 8, 24).
Himno (vísperas)
Las banderas reales se adelantan
Y las cruz misteriosa en ellas brilla:
La cruz en que la vida sufrió muerte
Y en que, sufriendo muerte, nos dio vida
Ella sostuvo el sacrosanto cuerpo
Que, al ser herido por la lanza dura,
Derramó sangre y agua en abundancia
Para lavar con ellas nuestras culpas.
En ella se cumplió perfectamente
Lo que David profetizó en su verso,
Cuándo dijo a los pueblos de la tierra:
“ Nuestro Dios reinará desde un madero”.
¡Árbol lleno de luz, árbol hermoso,
árbol hornado con la regia púrpura
y destinado a que su tronco digno
sintiera el roce de la carne pura!
¡Dichosa cruz que con tus brazos firmes,
en que estuvo colgado nuestro precio,
fuiste balanza para el cuerpo santo
que arrebató su presa a los infiernos!
A ti, que eres la única esperanza,
Te ensalzamos, oh cruz, y te rogamos
Que acrecientes la gracia de los justos
Y borres los delitos de los malos.
Recibe, oh Trinidad, fuente salubre
La alabanza de todos los espíritus,
Y tú que con tu cruz nos das el triunfo,
Añádenos el premio, oh Jesucristo. Amén