25 aniversario de la reapertura de la Lugartenencia en Argentina de la Orden del Santo Sepulcro

Con la sencillez y el buen humor que lo caracterizan, el Prof. DR. Isidoro Ruiz Moreno CGCOSS comentaba: “…fue en Tierra Santa donde comprendí la importancia de la Orden para la Iglesia y la enorme repercusión de su labor de socorrer a los cristianos y le solicité ser ordenado caballero allí mismo pero me dijeron que la admisión era una decisión de Roma. Y allí fui. En Roma fui muy bien recibido pero me dijeron que la Orden no tenía actividades en Argentina y que debía dirigirme al Cardenal para canalizar mi inquietud…”

Luego de la reunión mensual correspondiente al mes de noviembre los Caballeros y Damas junto al Lugarteniente Lic. D. Juan Francisco Ramos Mejía CGOOSS y el Gran Prior SER Mons. Héctor Aguer CGOOSS, se reunieron en una comida con el objeto de reconer los esfuerzos del Prof. Dr. Isidoro Ruiz Moreno para que la Orden del Santo Sepulcro retome en la Argentina su enorme labor de socorro a los necesitados de Tierra Santa y su encomiable labor para ponerla en actividad nuevamente.

En un ambiente de fraternidad y alegría continuaba recordando Ruiz Moreno: “…fui bien recibido por la autoridad eclasiástca argentina pero no me resultó fácil mi cometido, tanto es así que tuve que esperar varios años hasta que con el Cardenal Antonio Quarracino se iniciaron los trámites y la Lugartenencia retomó sus actividades…”

En unas palabras alusivas de agradecimiento, el Lugarteniente destacó que “…El 5 de noviembre de 1994 el nuevo Gran Maestre Cardenal Giuseppe  Caprio encomendó a Isidoro Ruiz Moreno la reorganización de la Orden del Santo Sepulcro en Argentina y lo designó motu proprio como Lugarteniente y designó Gran Prior a Monseñor Héctor  Aguer, en aquel entonces, obispo auxiliar de Buenos Aires…”

La primera ceremonia de investidura fue el 10 de mayo de 1997 y fueron cruzados 18 caballeros.

Desde entonces, la Lugartenencia ha reunido a más de 70 Caballeros y Damas que además de practicar la fe se han comprometido con defenderla y perpetuar la presencia de la Iglesia en Tierra Santa.

Nombramiento de Lugarteniente

El Gran Maestre de la Orden del Santo Sepulcro, Cardenal Edwin O’Brien, ha firmado un Decreto por el que nombra por cuatro años más al actual Lugarteniente de Argentina, Lic. D. Juan Francisco Ramos Mejía CGCOSS; de manera que el próximo mes de febrero 2020, fecha en la que se vence el primer período  de cuatro años, se iniciará el segundo período correspondiente al nuevo nombramiento.

Nombramiento de Gran Maestre

El Cardenal Fernando Filoni, de 73 años, Prefecto de Propaganda Fide desde 2011 hasta la actualidad, se convierte en Prefecto Emérito del mismo Dicasterio, y el Papa lo ha nombrado nuevo Gran Maestre de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro.

Filoni fue nuncio apostólico en Irak de 2001 a 2006 y vivió en Bagdad durante la guerra de 2003. Luego, durante un año fue embajador del Papa en Filipinas antes de ser llamado a la Secretaría de Estado como sustituto, cargo que ocupó hasta 2011.

Su experiencia en Oriente Medio será valiosa en la nueva tarea, ya que la Orden del Santo Sepulcro coopera particularmente con las comunidades cristianas de Oriente Medio y las apoya con muchos proyectos.

El Cardenal Edwin F. O’Brien -quien había renunciado en abril de 2019 por cumplir 80 años- en un comunicado, expresa su gran aprecio por la decisión del Papa y expresa su alegría por la elección de su sucesor, el cardenal Filoni: «Su larga y amplia experiencia pastoral y administrativa en el servicio de nuestra Iglesia Universal será de un gran valor en la guía de la Orden en su futuro”.

La Navidad y la conversión personal

La Navidad es una de las fiestas litúrgicas más importantes del año porque la Iglesia recuerda nada menos que el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Un hito histórico pero más importante aún es un kairos en la Historia de la Salvación.

La Encarnación de Cristo en las purísimas entrañas de la Santísima Virgen María anuncia ya la inminente Salvación del Hombre de las garras del demonio, del pecado; Decreto Redentor que será cumplido “hasta el fin”, totalmente, con Su Muerte y gloriosa Resurrección.

El Nacimiento del Redentor es el cumplimiento de las profecías. De acuerdo al famoso aforismo de San Agustín: «In vetere Testamento novum latet, in novo vetus patet», es decir, «En el Antiguo Testamento el Nuevo está latente, en el Nuevo el Antiguo resulta patente» (cf. Quaestiones in Heptateucum, II, 73). La Navidad es parte del plan salvífico de Dios.

“El anuncio del Gén 3 se llama «protoevangelio», porque ha encontrado su confirmación y su cumplimiento sólo en la Revelación de la Nueva Alianza, que es el Evangelio de Cristo. En la Antigua Alianza este anuncio se recordaba constantemente de diversos modos, en los ritos, en los simbolismos, en las plegarias, en las profecías, en la misma historia de Israel como «pueblo de Dios» orientado hacia un final mesiánico, pero siempre bajo el velo de la fe imperfecta y provisional del Antiguo Testamento. Cuando suceda el cumplimiento del anuncio en Cristo, se tendrá la plena revelación del contenido trinitario y mesiánico implícito en el monoteísmo de Israel. (…) El análisis del «protoevangelio» nos hace, pues, conocer, a través del anuncio y promesa contenidos en él, que Dios no abandonó al hombre al poder del pecado y de la muerte. Quiso tenderle la mano y salvarlo. Y lo hizo a su modo, a la medida de su santidad transcendente, y al mismo tiempo a la medida de una «compasión» tal, como podía demostrar solamente un Dios Amor…” (San Juan Pablo II, Audiencia General, miércoles 17 de diciembre de 1986).

Esto ocurrió hace dos mil años pero su recuerdo litúrgico anual tiene un verdadero impacto en nuestra relación con Dios porque cada vez es un recordatorio de ese plan salvífico y de la incidencia que tiene la Providencia de Dios sobre nuestra propia vida, porque “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad” (1 Tim 2,4).

La respuesta del hombre a Dios está incluida en el Plan de la Salvación porque como dijo San Agustín: “Dios que te creó sin Ti no te salvará sin Ti”. Esa respuesta es en nuestra vida cotidiana procurando vivir el Evangelio en las distintas situaciones diarias, actualizando la caridad con Dios y con el prójimo, profundizando la devoción eucarística y la piedad mariana.

Navidad significa crecer en vida interior, en amor a Dios. Los festejos exteriores han de ser una muestra de  la alegría de vivir en Gracia de Dios, son un correlato de lo que sucede en nuestra interioridad. No es posible una Navidad sin Jesús. No sería Navidad sino un festejo como cualquier otro porque Cristo es la causa de nuestra alegría.

El Adviento es el tiempo fuerte de la liturgia que prepara a la Navidad. Tan importante es esta fiesta que lleva varias semanas de preparación y mejoramiento personal. La Sagrada Familia es el ejemplo a seguir. Los misterios Gozos del Santo Rosario nos invitan a la reflexión y a la conversión. Seamos dóciles al Espíritu Santo.

Carta apostólica Admirabile signum del Santo Padre Francisco s obre el significado y el valor del Belén

CARTA APOSTÓLICA EL HERMOSO SIGNO DEL PESEBRE DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE EL SIGNIFICADO Y EL VALOR DEL BELÉN

1. El hermoso signo del pesebre, tan estimado por el pueblo cristiano, causa siempre asombro y admiración. La representación del acontecimiento del nacimiento de Jesús equivale a anunciar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios con sencillez y alegría.

El belén, en efecto, es como un Evangelio vivo, que surge de las páginas de la Sagrada Escritura. La contemplación de la escena de la Navidad, nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre. Y descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él.

Con esta Carta quisiera alentar la hermosa tradición de nuestras familias que en los días previos a la Navidad preparan el belén, como también la costumbre de ponerlo en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas… Es realmente un ejercicio de fantasía creativa, que utiliza los materiales más dispares para crear pequeñas obras maestras llenas de belleza.

Se aprende desde niños: cuando papá y mamá, junto a los abuelos, transmiten esta alegre tradición, que contiene en sí una rica espiritualidad popular. Espero que esta práctica nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada.

2. El origen del pesebre encuentra confirmación ante todo en algunos detalles evangélicos del nacimiento de Jesús en Belén. El evangelista Lucas dice sencillamente que María «dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (2,7). Jesús fue colocado en un pesebre; palabra que procede del latín: praesepium.

El Hijo de Dios, viniendo a este mundo, encuentra sitio donde los animales van a comer. El heno se convierte en el primer lecho para Aquel que se revelará como «el pan bajado del cielo» (Jn 6,41).

Un simbolismo que ya san Agustín, junto con otros Padres, había captado cuando escribía: «Puesto en el pesebre, se convirtió en alimento para nosotros» (Serm. 189,4). En realidad, el belén contiene diversos misterios de la vida de Jesús y nos los hace sentir cercanos a nuestra vida cotidiana.

Pero volvamos de nuevo al origen del belén tal como nosotros lo entendemos. Nos trasladamos con la mente a Greccio, en el valle Reatino; allí san Francisco se detuvo viniendo probablemente de Roma, donde el 29 de noviembre de 1223 había recibido del Papa Honorio III la confirmación de su Regla. Después de su viaje a Tierra Santa, aquellas grutas le recordaban de manera especial el paisaje de Belén.

Y es posible que el Poverello quedase impresionado en Roma, por los mosaicos de la Basílica de Santa María la Mayor que representan el nacimiento de Jesús, justo al lado del lugar donde se conservaban, según una antigua tradición, las tablas del pesebre.

Las Fuentes Franciscanas narran en detalle lo que sucedió en Greccio. Quince días antes de la Navidad, Francisco llamó a un hombre del lugar, de nombre Juan, y le pidió que lo ayudara a cumplir un deseo: «Deseo celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno»[1]. Tan pronto como lo escuchó, ese hombre bueno y fiel fue rápidamente y preparó en el lugar señalado lo que el santo le había indicado.

El 25 de diciembre, llegaron a Greccio muchos frailes de distintos lugares, como también hombres y mujeres de las granjas de la comarca, trayendo flores y antorchas para iluminar aquella noche santa. Cuando llegó Francisco, encontró el pesebre con el heno, el buey y el asno.

Las personas que llegaron mostraron frente a la escena de la Navidad una alegría indescriptible, como nunca antes habían experimentado. Después el sacerdote, ante el Nacimiento, celebró solemnemente la Eucaristía, mostrando el vínculo entre la encarnación del Hijo de Dios y la Eucaristía. En aquella ocasión, en Greccio, no había figuras: el belén fue realizado y vivido por todos los presentes[2].

Así nace nuestra tradición: todos alrededor de la gruta y llenos de alegría, sin distancia alguna entre el acontecimiento que se cumple y cuantos participan en el misterio.

El primer biógrafo de san Francisco, Tomás de Celano, recuerda que esa noche, se añadió a la escena simple y conmovedora el don de una visión maravillosa: uno de los presentes vio acostado en el pesebre al mismo Niño Jesús. De aquel belén de la Navidad de 1223, «todos regresaron a sus casas colmados de alegría»[3].

3. San Francisco realizó una gran obra de evangelización con la simplicidad de aquel signo. Su enseñanza ha penetrado en los corazones de los cristianos y permanece hasta nuestros días como un modo genuino de representar con sencillez la belleza de nuestra fe.

Por otro lado, el mismo lugar donde se realizó el primer belén expresa y evoca estos sentimientos. Greccio se ha convertido en un refugio para el alma que se esconde en la roca para dejarse envolver en el silencio.

¿Por qué el belén suscita tanto asombro y nos conmueve? En primer lugar, porque manifiesta la ternura de Dios. Él, el Creador del universo, se abaja a nuestra pequeñez. El don de la vida, siempre misterioso para nosotros, nos cautiva aún más viendo que Aquel que nació de María es la fuente y protección de cada vida.

En Jesús, el Padre nos ha dado un hermano que viene a buscarnos cuando estamos desorientados y perdemos el rumbo; un amigo fiel que siempre está cerca de nosotros; nos ha dado a su Hijo que nos perdona y nos levanta del pecado.

La preparación del pesebre en nuestras casas nos ayuda a revivir la historia que ocurrió en Belén. Naturalmente, los evangelios son siempre la fuente que permite conocer y meditar aquel acontecimiento; sin embargo, su representación en el belén nos ayuda a imaginar las escenas, estimula los afectos, invita a sentirnos implicados en la historia de la salvación, contemporáneos del acontecimiento que se hace vivo y actual en los más diversos contextos históricos y culturales.

De modo particular, el pesebre es desde su origen franciscano una invitación a “sentir”, a “tocar” la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en su encarnación. Y así, es implícitamente una llamada a seguirlo en el camino de la humildad, de la pobreza, del despojo, que desde la gruta de Belén conduce hasta la Cruz. Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados (cf. Mt 25,31-46).

4. Me gustaría ahora repasar los diversos signos del belén para comprender el significado que llevan consigo. En primer lugar, representamos el contexto del cielo estrellado en la oscuridad y el silencio de la noche. Lo hacemos así, no sólo por fidelidad a los relatos evangélicos, sino también por el significado que tiene.

Pensemos en cuántas veces la noche envuelve nuestras vidas. Pues bien, incluso en esos instantes, Dios no nos deja solos, sino que se hace presente para responder a las preguntas decisivas sobre el sentido de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Por qué nací en este momento? ¿Por qué amo? ¿Por qué sufro? ¿Por qué moriré? Para responder a estas preguntas, Dios se hizo hombre. Su cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento (cf. Lc 1,79).

Merecen también alguna mención los paisajes que forman parte del belén y que a menudo representan las ruinas de casas y palacios antiguos, que en algunos casos sustituyen a la gruta de Belén y se convierten en la estancia de la Sagrada Familia. Estas ruinas parecen estar inspiradas en la Leyenda Áurea del dominico Jacopo da Varazze (siglo XIII), donde se narra una creencia pagana según la cual el templo de la Paz en Roma se derrumbaría cuando una Virgen diera a luz.

Esas ruinas son sobre todo el signo visible de la humanidad caída, de todo lo que está en ruinas, que está corrompido y deprimido. Este escenario dice que Jesús es la novedad en medio de un mundo viejo, y que ha venido a sanar y reconstruir, a devolverle a nuestra vida y al mundo su esplendor original.

5. ¡Cuánta emoción debería acompañarnos mientras colocamos en el belén las montañas, los riachuelos, las ovejas y los pastores! De esta manera recordamos, como lo habían anunciado los profetas, que toda la creación participa en la fiesta de la venida del Mesías. Los ángeles y la estrella son la señal de que también nosotros estamos llamados a ponernos en camino para llegar a la gruta y adorar al Señor.

«Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado» (Lc 2,15), así dicen los pastores después del anuncio hecho por los ángeles. Es una enseñanza muy hermosa que se muestra en la sencillez de la descripción.

A diferencia de tanta gente que pretende hacer otras mil cosas, los pastores se convierten en los primeros testigos de lo esencial, es decir, de la salvación que se les ofrece. Son los más humildes y los más pobres quienes saben acoger el acontecimiento de la encarnación.

A Dios que viene a nuestro encuentro en el Niño Jesús, los pastores responden poniéndose en camino hacia Él, para un encuentro de amor y de agradable asombro. Este encuentro entre Dios y sus hijos, gracias a Jesús, es el que da vida precisamente a nuestra religión y constituye su singular belleza, y resplandece de una manera particular en el pesebre.

6. Tenemos la costumbre de poner en nuestros belenes muchas figuras simbólicas, sobre todo, las de mendigos y de gente que no conocen otra abundancia que la del corazón. Ellos también están cerca del Niño Jesús por derecho propio, sin que nadie pueda echarlos o alejarlos de una cuna tan improvisada que los pobres a su alrededor no desentonan en absoluto.

De hecho, los pobres son los privilegiados de este misterio y, a menudo, aquellos que son más capaces de reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros.

Los pobres y los sencillos en el Nacimiento recuerdan que Dios se hace hombre para aquellos que más sienten la necesidad de su amor y piden su cercanía. Jesús, «manso y humilde de corazón» (Mt 11,29), nació pobre, llevó una vida sencilla para enseñarnos a comprender lo esencial y a vivir de ello. Desde el belén emerge claramente el mensaje de que no podemos dejarnos engañar por la riqueza y por tantas propuestas efímeras de felicidad.

El palacio de Herodes está al fondo, cerrado, sordo al anuncio de alegría. Al nacer en el pesebre, Dios mismo inicia la única revolución verdadera que da esperanza y dignidad a los desheredados, a los marginados: la revolución del amor, la revolución de la ternura. Desde el belén, Jesús proclama, con manso poder, la llamada a compartir con los últimos el camino hacia un mundo más humano y fraterno, donde nadie sea excluido ni marginado.

Con frecuencia a los niños —¡pero también a los adultos!— les encanta añadir otras figuras al belén que parecen no tener relación alguna con los relatos evangélicos. Y, sin embargo, esta imaginación pretende expresar que en este nuevo mundo inaugurado por Jesús hay espacio para todo lo que es humano y para toda criatura.

Del pastor al herrero, del panadero a los músicos, de las mujeres que llevan jarras de agua a los niños que juegan…, todo esto representa la santidad cotidiana, la alegría de hacer de manera extraordinaria las cosas de todos los días, cuando Jesús comparte con nosotros su vida divina.

7. Poco a poco, el belén nos lleva a la gruta, donde encontramos las figuras de María y de José. María es una madre que contempla a su hijo y lo muestra a cuantos vienen a visitarlo. Su imagen hace pensar en el gran misterio que ha envuelto a esta joven cuando Dios ha llamado a la puerta de su corazón inmaculado.

Ante el anuncio del ángel, que le pedía que fuera la madre de Dios, María respondió con obediencia plena y total. Sus palabras: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), son para todos nosotros el testimonio del abandono en la fe a la voluntad de Dios. Con aquel “sí”, María se convertía en la madre del Hijo de Dios sin perder su virginidad, antes bien consagrándola gracias a Él.

Vemos en ella a la Madre de Dios que no tiene a su Hijo sólo para sí misma, sino que pide a todos que obedezcan a su palabra y la pongan en práctica (cf. Jn 2,5).

Junto a María, en una actitud de protección del Niño y de su madre, está san José. Por lo general, se representa con el bastón en la mano y, a veces, también sosteniendo una lámpara. San José juega un papel muy importante en la vida de Jesús y de María. Él es el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia.

Cuando Dios le advirtió de la amenaza de Herodes, no dudó en ponerse en camino y emigrar a Egipto (cf. Mt 2,13-15). Y una vez pasado el peligro, trajo a la familia de vuelta a Nazaret, donde fue el primer educador de Jesús niño y adolescente. José llevaba en su corazón el gran misterio que envolvía a Jesús y a María su esposa, y como hombre justo confió siempre en la voluntad de Dios y la puso en práctica.

8. El corazón del pesebre comienza a palpitar cuando, en Navidad, colocamos la imagen del Niño Jesús. Dios se presenta así, en un niño, para ser recibido en nuestros brazos. En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma.

Parece imposible, pero es así: en Jesús, Dios ha sido un niño y en esta condición ha querido revelar la grandeza de su amor, que se manifiesta en la sonrisa y en el tender sus manos hacia todos.

El nacimiento de un niño suscita alegría y asombro, porque nos pone ante el gran misterio de la vida. Viendo brillar los ojos de los jóvenes esposos ante su hijo recién nacido, entendemos los sentimientos de María y José que, mirando al niño Jesús, percibían la presencia de Dios en sus vidas.

«La Vida se hizo visible» (1Jn 1,2); así el apóstol Juan resume el misterio de la encarnación. El belén nos hace ver, nos hace tocar este acontecimiento único y extraordinario que ha cambiado el curso de la historia, y a partir del cual también se ordena la numeración de los años, antes y después del nacimiento de Cristo.

El modo de actuar de Dios casi aturde, porque parece imposible que Él renuncie a su gloria para hacerse hombre como nosotros. Qué sorpresa ver a Dios que asume nuestros propios comportamientos: duerme, toma la leche de su madre, llora y juega como todos los niños. Como siempre, Dios desconcierta, es impredecible, continuamente va más allá de nuestros esquemas.

Así, pues, el pesebre, mientras nos muestra a Dios tal y como ha venido al mundo, nos invita a pensar en nuestra vida injertada en la de Dios; nos invita a ser discípulos suyos si queremos alcanzar el sentido último de la vida.

9. Cuando se acerca la fiesta de la Epifanía, se colocan en el Nacimiento las tres figuras de los Reyes Magos. Observando la estrella, aquellos sabios y ricos señores de Oriente se habían puesto en camino hacia Belén para conocer a Jesús y ofrecerle dones: oro, incienso y mirra.

También estos regalos tienen un significado alegórico: el oro honra la realeza de Jesús; el incienso su divinidad; la mirra su santa humanidad que conocerá la muerte y la sepultura.

Contemplando esta escena en el belén, estamos llamados a reflexionar sobre la responsabilidad que cada cristiano tiene de ser evangelizador. Cada uno de nosotros se hace portador de la Buena Noticia con los que encuentra, testimoniando con acciones concretas de misericordia la alegría de haber encontrado a Jesús y su amor.

Los Magos enseñan que se puede comenzar desde muy lejos para llegar a Cristo. Son hombres ricos, sabios extranjeros, sedientos de lo infinito, que parten para un largo y peligroso viaje que los lleva hasta Belén (cf. Mt 2,1-12). Una gran alegría los invade ante el Niño Rey.

No se dejan escandalizar por la pobreza del ambiente; no dudan en ponerse de rodillas y adorarlo. Ante Él comprenden que Dios, igual que regula con soberana sabiduría el curso de las estrellas, guía el curso de la historia, abajando a los poderosos y exaltando a los humildes. Y ciertamente, llegados a su país, habrán contado este encuentro sorprendente con el Mesías, inaugurando el viaje del Evangelio entre las gentes.

10. Ante el belén, la mente va espontáneamente a cuando uno era niño y se esperaba con impaciencia el tiempo para empezar a construirlo. Estos recuerdos nos llevan a tomar nuevamente conciencia del gran don que se nos ha dado al transmitirnos la fe; y al mismo tiempo nos hacen sentir el deber y la alegría de transmitir a los hijos y a los nietos la misma experiencia.

No es importante cómo se prepara el pesebre, puede ser siempre igual o modificarse cada año; lo que cuenta es que este hable a nuestra vida. En cualquier lugar y de cualquier manera, el belén habla del amor de Dios, el Dios que se ha hecho niño para decirnos lo cerca que está de todo ser humano, cualquiera que sea su condición.

Queridos hermanos y hermanas: El belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe. Comenzando desde la infancia y luego en cada etapa de la vida, nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él, todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño Hijo de Dios y de la Virgen María.

Y a sentir que en esto está la felicidad. Que en la escuela de san Francisco abramos el corazón a esta gracia sencilla, dejemos que del asombro nazca una oración humilde: nuestro “gracias” a Dios, que ha querido compartir todo con nosotros para no dejarnos nunca solos.

FRANCISCO

Dado en Greccio, en el Santuario del Pesebre, 1 de diciembre de 2019.

Dado en Greccio, en el Santuario del Pesebre, 1 de diciembre de 2019.

[1] Tomás de Celano, Vida Primera, 84: Fuentes franciscanas (FF), n. 468.

[2] Cf. ibíd., 85: FF, n. 469.

[3] Ibíd., 86: FF, n. 470.

La ayuda de la Orden a los refugiados iraquíes en Jordania

Desde que llegaron los cristianos iraquíes a Jordania en 2014, el Patriarcado latino de Jerusalén trata de mejorar su vida diaria. Gracias a la generosidad de los Caballeros y Damas de la Orden del Santo Sepulcro, Cáritas de Jordania y la Santa Sede, es posible ayudarlos en muchos campos y darlos una oportunidad para que puedan seguir practicando su fe.

En Jordania, los refugiados iraquíes que huyen de la guerra son considerados como invitados, una situación que garantiza que se encuentran prácticamente seguros y respetados, pero permanecen en una «zona gris» legal. Sin embargo, en ausencia de un estatuto jurídico claro que defina y ajuste sus medios de subsistencia y considerando la situación económica precaria del país, muchos iraquíes se encuentran en una situación extremamente difícil.

El compromiso de voluntarios y de muchas familias jordanas que han deseado expresar su solidaridad, ha permitido la creación de varias actividades que alivian los sufrimientos de las familias de los refugiados.

Aprovechando este impulso de generosidad, el Patriarcado latino de Jerusalén se ha comprometido financiando alojamientos y dándolos acceso a servicios que proporciona en Estado de forma general (gastos de escolaridad para 1100 alumnos, o también clases de formación a la vida práctica para 450 alumnos).

Además, el Patriarcado latino de Jerusalén ha alojado a las 220 familias iraquíes que vivían en parroquias y ha prestado asistencia humanitaria a unas 11235 familias iraquíes desplazadas, entre otras cosas con aportaciones económicas, alimentos, ropa, agua, medicamentos, gastos hospitalarios, transporte…

Este proyecto de ayuda a los refugiados lanzado en 2014 también tiene como finalidad dar a los refugiados la ocasión de conservar su identidad cristiana teniendo la posibilidad de ir a misa, realizar retiros religiosos, celebrar Pascua y Navidad o incluso asistir a conciertos espirituales.

Aunque la situación económica, social y política de los refugiados sea muy sensible, el apoyo que proporcionan los miembros de la Orden del Santo Sepulcro, la movilización de las diferentes ONG y la inversión del Patriarcado latino de Jerusalén deben permitirles mirar al futuro con más serenidad y llevarles la esperanza de un futuro mejor en la diáspora.

Servicio de Comunicación del Patriarcado latino

Un fondo solidario: 600 familias ayudadas en un año

La solidaridad hacia los más desfavorecidos es uno de los sectores que la Orden del Santo Sepulcro más atiende expresándose a través de diferentes proyectos apoyados en Tierra Santa. «Con este programa no sólo ofrecemos asistencia económica, sino que también ofrecemos esperanza a muchas personas y les permitimos vivir una vida digna», comenta Sami El-Yousef, director administrativo del Patriarcado latino de Jerusalén.

En 2018, las contribuciones enviadas por los miembros de la Orden del Santo Sepulcro permitieron ayudar a 600 personas a través de becas de estudio, subsidios familiares, asistencia médica y ayuda para la compra de medicamentos; sin contar los beneficiarios de un proyecto específico en Jerusalén Este para la asistencia jurídica y el programa para los refugiados iraquíes cristianos en Jordania.

El mero hecho de leer los requisitos para tener derecho a esa ayuda hace comprender la gravedad de la situación. La persona que recibe una ayuda tiene que formar parte de una familia cuyos ingresos no permitan satisfacer las necesidades básicas de los miembros de su núcleo familiar o en la que la persona que aporta un salario a casa esté enferma o haya fallecido recientemente.

También puede tratarse de familias que no pueden costear la atención médica de un enfermo, que no tienen asistencia médica o incluso ancianos sin pensión. Cada ayuda realizada a una de estas familias por pequeña que sea esconde una historia de desafíos y dificultades cotidianas.

Por ejemplo, S.A. es una mujer casada de 35 años, tiene cuatro hijos y trabaja como limpiadora. Vive en el Huerto de los Olivos en una casa alquilada y su salario es el único del núcleo familiar, pero no es suficiente para cubrir los gastos esenciales de alquiler, comida, facturas y gastos escolares.

A través del Fondo de Solidaridad, el Patriarcado latino ha logrado ayudar a S.A. a pagar una parte de los gastos escolares de sus hijas y, con la custodia de Tierra Santa, cubrir parte de la deuda contraída con la empresa que suministra la electricidad en el domicilio.

W.A. tiene 35 años y vive en Gaza con su familia de cinco personas. Trabajaba como policía, pero fue obligado a coger la jubilación anticipada, quedándole un salario muy bajo y siendo la única fuente de ingresos de la familia, lo que no le permite llegar a fin de mes. W.A. pidió ayuda cuando, debido a sus deudas con la propietaria de su vivienda, corría el riesgo de ser desalojado del apartamento de alquiler donde viven.

El Patriarcado latino, gracias a las contribuciones enviadas por los Caballeros y las Damas presentes en los diversos continentes, logró pagar una parte de la deuda, permitiendo así a la familia de W.A. seguir viviendo en su casa.

El programa de asistencia médica ha ayudado a 124 pacientes en 2018. Entre ellos se encuentra un joven de 15 años de Zababdeh (gobernación de Jénine, en Palestina), que tuvo un accidente de coche y le tuvieron que operar varias veces del cerebro; intervenciones cubiertas solo en parte por el Ministerio de la salud. Y K., de 72 años, de Aboud (gobernación de Ramallah, en Palestina), que lucha desde hace cinco años contra un cáncer en el intestino, habiendo sido operado varias veces y con múltiples sesiones de quimioterapia.

Estos casos no sólo son difíciles desde el punto de vista médico y humano debido al sufrimiento que provocan, sino que también representan un gran desafío para los enfermos y las familias con escasos recursos económicos, ya que parte del peso de las operaciones, los cuidados y los medicamentos recae sobre sus hombros.

Dirigimos un saludo a las 600 familias necesitadas que han recibido una ayuda que les permite seguir adelante – continuando los estudios, viviendo en su domicilio o recibiendo la atención médica necesaria– y damos las gracias al Patriarcado latino y a los trabajadores sociales que participan en este proyecto y que hacen que las personas con mayor riesgo no estén solas y que las contribuciones de los Caballeros y Damas lleguen a quienes más las necesitan.

La Orden del Santo Sepulcro celebró la Santa Misa por los difuntos

En la iglesia Mater Admirabilis y junto con los familiares de Caballeros y Damas Difuntos fueron recordados todos los integrantes de la Orden desde 1888.

A las 20 del pasado 6 de noviembre sonaron los primeros acordes del órgano que dieron comienzo a la celebración de la Santa Misa de Difuntos presidida por el Pbro. Enrique Saguier Fonrouge y concelebrada por Mons. Fernando Cavaller y por el Pbro. Federico Highton.

De acuerdo con el calendario litúrgico, el 2 de noviembre la Santa Iglesia recuerda a todos los fieles difuntos y es una ocasión principal para rezar por todos ellos y para reflexionar sobre las postrimerías, es decir, muerte, juicio, infierno o gloria. En este sentido el Catecismo de la Iglesia afirma en el punto 1007:

“La muerte es el final de la vida terrena. Nuestras vidas están medidas por el tiempo, en el curso del cual cambiamos, envejecemos y como en todos los seres vivos de la tierra, al final aparece la muerte como terminación normal de la vida. Este aspecto de la muerte da urgencia a nuestras vidas: el recuerdo de nuestra mortalidad sirve también para hacernos pensar que no contamos más que con un tiempo limitado para llevar a término nuestra vida:

«Acuérdate de tu Creador en tus días mozos […], mientras no vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio» (Qo 12, 1. 7)”

Si bien causa dolor la separación de los seres queridos, para los católicos la muerte tiene un sentido positivo porque es el comienzo de la vida en el cielo, según la liturgia de la Iglesia:

«La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo. (Misal  Romano,  Prefacio de difuntos).

Particular alegría causó la presencia del Padre Highton, porque es hijo de D. Federico Highton que fuera Caballero de la Orden. Así, se llevó a cabo el cumplimiento de este gratísimo y fraternal deber tan propio de la Comunión de los Santos, como expresa la Lumen Gentium:

«Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando «claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es (…) Todos, sin embargo, aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor a Dios y al prójimo y cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios. En efecto, todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en Él» (LG 49).

Entrevista al Director de la Cátedra Pontificia de la UCA Dr. Marco Gallo

¿Nos interesaría que nos cuente qué es la Cátedra Pontificia?

La Cátedra Juan Pablo II fue instituida en 2003 en ocasión del XXV aniversario del inicio del ministerio apostólico de San Juan Pablo II por el Rector de la UCA y su Canciller de entonces, el cardenal Jorge Mario Bergoglio.

Sucesivamente en el 2013 se ha constituido como Cátedra Pontificia (Juan Pablo II, Benedicto XVI, Francisco). Es un espacio académico multidisciplinar dedicado al estudio, investigación, organización de seminarios y jornadas de estudio sobre el pensamiento de estos tres últimos pontífices, sobre su ministerio pastoral.

Tiene un enfoque divulgativo orientado sobre todo hacia las nuevas generaciones de estudiantes. También se han realizado libros y publicaciones, en estos años sobre el pontífice polaco y Papa Francisco.

Usted participó de un seminario sobre los aspectos ecuménicos, interreligiosos y geopolíticos de Medio Oriente ¿Cómo describiría la situación de los católicos que viven en Jerusalén?

Pienso que es una situación compleja, no fácil, como la de una minoría. Por esto es importante siempre promover iniciativa para que estos nuestros
hermanos no caigan en el olvido de la opinión pública y se pueda siempre
subrayar el valor de su presencia milenaria allí’ para continuar a custodiar su presencia.

El sostén de la oración, por ejemplo es fundamental. E iniciativa como la de este seminario ayuda para comprender el tesoro de su presencia en la tierra de Jesús.

¿Qué opinión le merece la idea de la unidad de los cristianos, es decir, el apoyo mutuo entre los católicos y el resto de las comunidades cristianas?

Todas las iniciativas de dialogo y de encuentro entre los cristianos en Tierra Santa son las bienvenidas. El ecumenismo de la sangre como nos recuerda hoy Papa Francisco es el camino más verdadero hacia la unidad entre las diversidades de confesiones. Muchas veces no hemos dado testimonio de unidad, al contrario justamente en el Santo Sepulcro se han sucedido eventos en tendencia contraria.

Por esto el encuentro entre comunidades cristianas fomentadas por los Patriarcas y el Patriarcado Latino es siempre ocasión para fortalecer estos lazos y construir una fraternidad más amplia, en el respeto de la diversidad de historia y de sensibilidad de cada confesión cristiana.

La Orden del Santo Sepulcro canaliza su cooperación y socorro a los necesitados a través del Patriarcado Latino de Jerusalén ¿qué otras iniciativas de la Iglesia hay en la región?

La Santa Sede a través de la Comisión de las Iglesias Orientales siempre ayuda las necesidades de aquellos cristianos católicos y no que viven en los Santos Lugares, también otras organizaciones católicas y no también a través de la promoción de las peregrinaciones ayudan la supervivencia de “este pequeño rebaño”.

Por ejemplo se está trabajando para la reconstrucción de las Iglesias y los lugares de culto destruidos en la guerra en Siria.

Debemos esperar para que la situación geopolítica sea más favorable a la multiplicación de todas estas iniciativas de turismo religioso, como las peregrinaciones.

¿Cómo se lleva a cabo hoy la defensa de los Santos Lugares?

Pienso por una parte hay una diplomacia de la Santa Sede que trabaja permanentemente sobre estos aspectos. Las relaciones diplomáticas instauradas con el Estado de Israel en los años Noventa ha sido muy importantes en este sentido.

La posición de mediación de la Iglesia Católica que reafirma la unicidad de la ciudad Santa de Jerusalén, como capital de las tres religiones monoteístas es una posición firme justamente a defensa de los Lugares Santos, pero sin tonos de “cruzadas”.

El Santo Padre refiriéndose al conflicto armado en Siria dijo que era …“inaceptable que tantas personas indefensas –también muchos niños- deban pagar el precio del conflicto…”, ¿Qué necesita la Iglesia para permanecer en Tierra Santa?

La necesidad de una cooperación de todas las Iglesias cristianas de todas las partes del mundo; más voces se levantan contra las guerras y las injusticias que se cometen en Oriente Medio y más se puede crear como un gran movimiento de paz. Hay que movilizar las conciencias adormecidas de la masa crítica.

La positividad de la globalización es que somos todos más
interdependientes y entonces la guerra y los conflictos de Oriente Medio se repercuten en todo el mundo; hay que construir un equilibrio entre mayorías y minorías y trabajar sobre el derecho a la libertad religiosa

¿Cómo se realiza la actividad ecuménica en países en los que las autoridades viven en permanente conflicto bélico y a su vez cerrados al diálogo interreligioso y en los cuales las conversiones “se pagan caro”?

Hay actividades muchas veces que no tienen la luz de los reflectores de los mass- media. Hay tantas iniciativas a nivel universitarios de encuentro entre estudiantes cristianos, judíos y musulmanes, también en el campo artístico, musical. La antigua convivencia no se ha apagado, hay que reconstruirla, continuando con las nuevas generaciones. La historia de cristianos que han sido secuestrados por Daesh y que continúan a creer profundamente en el dialogo entre las religiones monoteístas es un ejemplo a seguir.

El dialogo nunca es violencia; es encuentro, conocimiento del otro, caída de prejuicios. No se puede responder con la lógica “ojo por ojo” sino con la “fuerza débil de la fe”, para detener el espiral de odio y de enfrentamiento.

Para finalizar, a su criterio y además de la continua oración ¿cuáles son las acciones de mayor importancia para socorrer eficazmente a nuestros hermanos en la Fe?

Repito la oración es la primera obra. Recordar nuestros hermanos cristianos, católicos y no en la Tierra Santa en nuestras oraciones es una deuda de amor que no termina nunca de pagarse.

Iniciativas culturales, encuentros artístisticos musicales; todas estas iniciativas en contra tendencia ayudan a construir nuevas tierras fértiles de dialogo y de conocimiento mutuo para las futuras generaciones protagonistas del mañana.

Ayudamos con las palabras a estos nuestros hermanos; porque como nos recuerda el escritor libanés Amin Maalouf “cuando terminan de escribir las plumas y se rompen surgen y vienen las armas”

Muchas gracias por la generosidad de su tiempo.

La Orden del Santo Sepulcro celebró a Nuestra Señora de Palestina

Como todos los años, los Caballeros y las Damas se reunieron para la celebración de  la Santa Misa en la Fiesta de Nuestra Señora de Palestina ocasión en la que pueden lucrar indulgencia plenaria.

Esta fiesta litúrgica pone de relieve la unidad de la Orden que se extiende por todo el mundo pero que tiene el centro de su acción en el socorro a los necesitados de Tierra Santa.

Mientras sonaba parte del oratorio “Judas Macabeo” (Haendel 1746)  interpretado por el Maestro Luis Caparra, la procesión de entrada dio comienzo a una cuidada ceremonia que fue celebrada por el Padre Alejandro Álvarez Campos CSS quien en la homilía destacó:

– “Fue el Patriarca Luigi Barlassina (1920-1947), con motivo de su entrada solemne en la Basílica Catedral del Santo Sepulcro, el 15 de julio de 1920, y de la consagración de la Diócesis a María, cuando la invocó por primera vez con el título de “Reina de Palestina”.

– El vínculo particular de Nuestra Señora, Reina de Palestina, con la Orden de Caballería del Santo Sepulcro remonta al pontificado de san Juan Pablo II. En 1983, 50 años después de la institución de la fiesta, san Juan Pablo II – dirigiéndose a los Caballeros y Damas de las Lugartenencias de Italia septentrional y central – les exhorta a ser testigos de Cristo en la vida diaria y continuar la obra de la Orden en Tierra Santa bajo la protección de Nuestra Señora.

– Diez años después, en 1993, el Gran Maestre de la Orden, el cardenal Giuseppe Caprio, pidió a san Juan Pablo II la elección de Nuestra Señora, Reina de Palestina, como patrona de la Orden. El Santo Padre respondió el 21 de enero de 1994 con un decreto que acordaba lo que había sido pedido”.

Presentamos la homilía completa: (link)

Se trata de una ocasión especial en la cual se ruega la intercesión de Nuestra Señora, Reina de Palestina, por las necesidades de todos los cristianos de Tierra Santa y por la paz.

Además, se rezó por las intenciones del Romano Pontífice y fue renovado el juramento de pertenencia a la Orden.

La Santa Misa terminó con la oración de los Caballeros y las Damas seguida de los acordes del  canto mariano “Salve Regina”.